A veces en la vida hay que tomar decisiones, decisiones que pueden cambiar todo o que pueden cambiar nada, pero hay que tomarlas. Entonces hay que decidirse, y a veces tenemos mucho tiempo para analizarlo, otras veces no; y entre mucho y poco, prefiero el poco porque te da el tiempo justo para decidirte. No lo piensas mucho, ahí viene el ‘¡ahora o nunca!’, no se entromete el ‘que pasaría sí…’, o ‘mejor sería sí…’, o ‘si espero un poco…’, o ‘para la próxima será…’. No, no existe una segunda oportunidad, las oportunidades y el tiempo son eso “oportunidad y tiempo”; mañana puede que te veas en una situación parecida pero nada es igual. Así como cada uno es un ser diferente, los momentos, los lugares, las personas cambian, todos cambian, todo cambia.

Como una persona que sabe tomar decisiones nunca pude describirme. Soy muy buena dando opiniones de los demás, de temas externos a mí, a problemas, a situaciones, ¡qué sé yo! Pero cuando se trata de mí… ¡ay Dios, no puedo! Eso de que las personas tenemos que conocernos primero no va conmigo. Tengo veintitrés años viviendo en este cuerpo y aún no tengo el agrado de conocer perfectamente a la señorita Roa. Soy de las personas que piensa que solo existen dos caminos o como quieran llamarlo: túneles, vías, calles, líneas; pero existen dos, para mi es ‘blanco o negro’, ‘frío o calor’, ‘dulce o amargo’, ‘ahora o nunca’, ‘te quiero o te odio’. Los que dicen que existe un intermedio... son pura mentira.

Me tocó tomar decisiones en la vida y todas fueron así de pronto, y ahora estoy aquí. Tal vez en uno de los lugares más bellos del mundo, bueno, de los que conozco. ¿Quién no quisiera verse aquí en mi situación? Claro está que nada es perfecto, que nosotros lo hacemos perfecto, y a veces hay que dejar cosas atrás, sacrificarlas: tiempo, dinero, salud, amigos, familia, amor, descanso, intereses por lograr cosas nuevas; todo por darte el voto de confianza de creer en ti. Y es que, como dice el dicho: “el que no arriesga no gana”, de hecho, es preferible arriesgar y ganar que jamás arriesgar; o peor, conformarte con la idea que todo seguirá igual, que nada cambiará.

Es aquí, en este punto en el que creo, empieza mi etapa de eso que se llama “conocerse”, ¡sí!, conocerse uno mismo, ¡en esas estoy! ; aprendiendo de mis debilidades para hacerlas fortalezas. Espero que cuando sea ‘grande’, pueda ver que el tiempo pasó, pero no en vano; que siempre hay motivos para sonreír y para agradecer, primero a Dios, por qué estamos vivos, y sí, tengo toda la certeza que allá arriba en el ‘cielito’, o como quieran llamarlo, existe alguien muy por encima de nosotros; agradecer a la vida por eso, por ser ‘vida’; a los papás, aunque algunas veces sean molestos, son las personas más incondicionales de la vida, los únicos que jamás te dejarán, los mejores amigos para recorrer este largo camino, los que, ganes o pierdas, estarán ahí para alentarte y no dejarte caer.

Como conclusión puedo decir que de los errores se aprende; que de las caídas hay que levantarse pero rápido; que de las ilusiones no vive la gente, pero si puedes hacerlas reales con esfuerzo; que las desilusiones te hacen más fuerte; que la envidia de otros te hace más grande; que la buena vibra si existe si tú crees en ella y depende de quien venga; que el amor existe solo si tú confías en la fuente; que los amigos son tu mayor apoyo; que la mentira ayuda a depurar; que los fracasos son el mejor alimento para las ganas; que la humildad es muy barata y que nada cuesta conseguirla; y que la lucha tiene que ser tu pan de cada día.

‘Papis’ sé que lo van a leer, y cuando lo hagan, sepan que los amo, que estoy tratando de crecer y de ser quien siempre quise. A veces hay que estar lejos para valorar muchas cosas y estar sola para entender que de hoy en adelante cada uno es dueño de su propio destino.

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